Ya no se trata de una rareza. Aprender chino mandarín se volvió una tendencia en crecimiento en la Argentina. Desde escuelas primarias hasta centros culturales, la enseñanza del idioma asiático se multiplica impulsada por la curiosidad cultural; la expansión diplomática y comercial de China, y el interés por acceder a nuevas oportunidades académicas y laborales.

Instituciones como el Colegio Nacional de Buenos Aires, la ORT, y otras escuelas públicas y privadas ya incorporaron el chino en su propuesta educativa. También creció la demanda en cursos extracurriculares, tanto presenciales como virtuales, ofrecidos por espacios como la Asociación Cultural Chino Argentina (ACCA).

Un idioma que despierta interés

La presidenta de la ACCA, Ana Kuo, explicó en entrevistas con diferentes medios de comunicación que el fenómeno se aceleró desde 2010. Su asociación, que comenzó con un solo alumno en 2008, ya cuenta con aproximadamente 1.600 estudiantes que cursan chino mandarín en diferentes modalidades. Según Kuo, aprender este idioma no solo abre puertas profesionales, sino que también “mantiene la mente activa” y puede ayudar a retrasar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

Más allá de los beneficios cognitivos, uno de los principales motores del crecimiento del interés por el idioma es el posicionamiento global de China. Kuo destaca que se trata de una potencia económica y científica, con una cultura milenaria y una política de expansión internacional que incluye programas de cooperación educativa, como la “Nueva Ruta de la Seda”.

El vínculo con China se vuelve estratégico

La Argentina, como parte de América Latina, se encuentra en una región cada vez más conectada con el gigante asiático. Inversiones en sectores como energía, telecomunicaciones, minería y entretenimiento no sólo transforman la economía, sino que también generan una demanda de profesionales capacitados que comprendan el idioma y la cultura.

“Aprender chino es una ventaja competitiva”, afirmó Kuo, y agregó que el comercio bilateral y los intercambios académicos se benefician directamente cuando hay personas que dominan el idioma. En este contexto, la oferta educativa también se adaptó: además de clases regulares, la ACCA implementó programas en nivel inicial, primario y secundario, y participa en iniciativas del Gobierno porteño para enseñar chino en escuelas de barrios de la Ciudad de Buenos Aires.

Niveles, precios y desafíos

El sistema de enseñanza sigue los estándares del examen HSK, reconocido por el Ministerio de Educación de China. La ACCA, por ejemplo, cuenta con 12 niveles regulares y cursos específicos para niños, adultos y quienes rinden certificaciones internacionales. El nivel uno, que incluye 12 clases, cuesta actualmente alrededor de $ 120.000.

Aunque el idioma puede parecer complejo por su sistema de sinogramas y pronunciación tonal, Kuo sostiene que la dificultad disminuye con la práctica y la organización. Una clase semanal de 90 minutos permite alcanzar un nivel básico en un año. Con continuidad, se puede lograr un nivel intermedio en cuatro años, incluso sin viajar a China.

La ansiedad y la falta de objetivos claros son los principales obstáculos para los alumnos. “El secreto está en planificar, practicar y tener constancia”, asegura la presidenta de la ACCA.

Conocer China, un objetivo compartido

Muchos de los que estudian chino buscan acercarse a la cultura del país, viajar o postularse a programas de formación. Si bien obtener la residencia permanente en China es difícil, existen mecanismos accesibles para estudiar o trabajar allí, como becas, cursos de verano y convenios con universidades.

El gobierno chino también ha creado programas como el “Plan de los Mil Talentos” y herramientas como la Tarjeta Verde China para facilitar el ingreso de profesionales calificados. Estas iniciativas incluyen beneficios fiscales, condiciones de residencia favorables y apoyo para familias.